lunes, 25 de noviembre de 2013

La mesa del comedor

                                                              No . sin . Ti
Repasaba al mediodía la superficie de la mesa familiar, bajé a los bordes con minuciosidad, en ese momento se me vino encima, aplastándome, la otra mesa pringosa cuyo mantel de hule, gris, manchado, con migas casi siempre o restos de comida si era después del almuerzo. Los bordes del mantel chorreados casi percudidos, me costaban vigorosas friegas con esponja y demás yerbas. Otra vez me devastaron esas mesas inmensas, desoladoras del comedor comunitario. Todas las mañanas desde las ocho me exiliaba allí, en mis hermanos menesterosos.De buen ánimo caminaba hacia el lugar del desconsuelo, a servir el desayuno, después el almuerzo, para ser nosotros sin guión intermedio.Era un lugar privilegiado, samaritana me sentía. Por  un tiempito sentíamos ese lugar como punto de encuentro saliendo cada uno de sus bordes... encontrábamos en el otro al semejante. El almuerzo era lo nuestro experimentando la sensación de que estábamos en casa.            

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