jueves, 10 de julio de 2014

No me preguntes cuándo contestará monseñor

Las hojas ruinosas del tilo llegan hasta la puerta de mi cocina.
La niebla de la mañana empaña los vidrios de los cuartos ahora vacíos.
La noche desapacible con más anticipación se presenta.
La espera marchita los rostros ya ajados.                                                                                                     El viento con ganas de ser feliz sigue de largo.
Nosotros no viajamos.
Barremos igual que todos los días.
Somos prescindibles.
Sobrevivientes. Legionarias desechables.
Vendrán tiempos mejores.
No hay problema.
Nos quitarán este corazón de piedra
 y nos pondrán uno de carne
para esperar la respuesta.


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