martes, 8 de abril de 2014

Señor de los cielos exactos

A Daniel Rolla
Señor de los cielos exactos, hacías unos pequeños soles o vulnerables gotitas de agua verdosas o prosaicas nubes espumosas en tu ángulo preferido del pizarrón histórico de la clase juvenil. Autoaprendizaje, autogestión asistida, supervivencia fríamente programada para que ningún alumno que estudiara llevara a los agobiantes turnos de las incontables mesas examinadoras las materias desaprobadas.
De ojos zarcos como el niño cautivo del Martín Fierro, el de las tolderías, mirabas a cada estudiante con el corazón, mientras con los dedos blancos de tiza te quitabas el pelo indócil de tu frente. Corregías sin descanso y no porque te creyeras el mejor, orientabas exhortando a cada quien. De andar cansino, gestos medidos, voz queda, mochila negra al hombro, y manzana verde pequeña terminada en un recreo escolar fatigabas las aulas del instituto.
Levantabas un ranchito con la piedra que otros desechaban.
Te convocamos a que salgas a la luz...
a que desembarques otra vez
 en las aulas verdes.

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