Para todos los hombres y mujeres situados fuera del poder exacto, ese que da el conocimiento.Este es un texto ajeno a toda relación de falsedad o de verdad.¿Podré producir un texto neutro?hagan sus apuestas, señores.
¿cómo hubiéramos podido enterarnos de los flujos y reflujos de los grandes problemas sin el aporte fundamental de los cuentos para niños?Tengo para mí que ahí está la respuesta, ya que el lenguaje de la razón es limitado y abstracto.Como siempre estoy constituyéndome, amo los gerundios desgarrándome en esta incompletud diferente y común a la vez. Los gerundios son presente en movimiento y son ayer, casi historia.Es en el páramo, donde no hay nada, no hay agua, donde la vida es seca. Allí en ese espacio percibo el tamaño de lo que soy y vienen en mi socorro las viejas y dulces palabras, ésas que trajeron los voraces conquistadores.Busco reducir el cupo de los disconformes, solo por el placer de luchar contra las resistencias.Evito las agresiones porque son la ruta segura a una exclusión anunciada, si ustedes me dejan afuera, me tomo revancha... ¡si sabrá de la construcción de nichos este sapo!
sábado, 31 de agosto de 2013
La fragmentación que supimos conseguir
En la cartografía escolar aparecen diferentes mundos marcados con distintas fronteras, puentes, redes y un sin fin de perspectivas múltiples y a veces agobiantes.
Algunos argumentos nos dicen que la globalización es sinónimo de progreso
de la humanidad, en una carrera sin límites entre la información, la
tecnología, la cultura sin frontera y el fin de las ideologías. En esta
perspectiva del consumo, la red virtual sólo puede traer felicidad y beneficio
quienes pueden comprar.
La realidad demuestra que la globalización de los mercados financieros,
unida al progreso de las TICs, asegura una movilidad indiscutible: la del
capital. América Latina sufre relegada a un papel donde sólo llega el
asistencialismo, cuando llega, Y el costo de la vida sube y sube el valor de la
vida baja y baja.
Este orden económico se sostiene en el cemento sobre el cual se asienta
toda sociedad: el desempleo estructural. Así se precarizan las relaciones del
empleo formal y enormes colectivos sociales son considerados “pobres”.
“marginados” y “excluidos”. Se han roto los lazos sociales y se da espacio a la
multiplicación de actitudes individualistas asociados a la aparición de una especie
de “darwinismo moral” haciendo culto del triunfados de la lucha de todos contra
todos y de la ausencia de valores como norma de comportamiento humano.
Las dos últimas décadas del siglo XX significaron una ruptura con el
pasado y una ruptura de vínculos entre generaciones. Se propone una forma de
existencia de simples huéspedes en éste nuestro planeta, no de actores
comprometidos con su tiempo y lugar natal.
jueves, 22 de agosto de 2013
Una escuela sin paredes
Y esa era la tarea, salvarnos
porque había tantos mal queridos,
malcomidos,
sin abrigo
ni colchón ande echarse,
ahicito no más,
frente a nuestros ojos,
cruzando las vías que daban a la escuela...
No había olvido posible,
ni trabajo retaceado para juntos,
sin tuyo ni mío,
recogíamos sin ruido
ropa, calzado, alimentos no perecederos, útiles escolares, libros infantiles, colchones
y todo lo que guste donar
porque todo sirve...
Pan para tod@s...
porque había tantos mal queridos,
malcomidos,
sin abrigo
ni colchón ande echarse,
ahicito no más,
frente a nuestros ojos,
cruzando las vías que daban a la escuela...
No había olvido posible,
ni trabajo retaceado para juntos,
sin tuyo ni mío,
recogíamos sin ruido
ropa, calzado, alimentos no perecederos, útiles escolares, libros infantiles, colchones
y todo lo que guste donar
porque todo sirve...
Nacía el Roperito Pascoli, lumbrera de la escuela. Nos movíamos sin demora y soñábamos conque ese día de trabajo comunitario fuese todos los días.
Los chicos eran el corazón del mundo y la escuela nuestra casa y tampoco hacía falta poner nuestros nombres en el ángulo de un cuadro.
El Roperito creaba un nuevo suelo institucional, ponía en acto la necesidad de nuevas capacidades y abría un juego fascinante. No había límites para nuestra imaginación, íbamos de conseguir un colchón para Yolanda a una silla de ruedas para que Luisita pudiera ir a la escuela. Era una construcción dinámica, recreábamos la confianza sin libreto previo. El Roperito intervenía en nuestras vidas sociales y nosotros cuidábamos el río, para que el agua corriera y no se estanque, para que fecunde y no se pudra. Se desplegaban redes de colaboración; emergían espacios comunes y personas que se sumaban a esta indefensión vivida haciendo, al igual que nosotros, de la solidaridad su bandera. Tenía identidad propia, eran sus dueños los de adentro y los de afuera. Apuntábamos a lo concreto: una maratón solidaria en un acto escolar, una jornada de trabajo en un comedor comunitario, o en la villa Papelito, afirmábamos lo relacional, conversábamos con los vecinos, tomábamos la leche con los chicos en las mesas que habíamos llevado, ahondábamos el lazo y el vínculo entre nosotros, todos.
Hace siete años...
Pan para tod@s...
lunes, 19 de agosto de 2013
Antes y después
Antes vivía descentrada, época de alternativas y diferencias, de fluctuaciones y grandes flores japonesas,
que a veces de repente se marchitaban, llenándome de incertidumbres y sin lumbre. Buscaba un lenguaje puramente claro,casi instrumental, como si se pudiera decir el mundo en el que cada uno vive.
Hoy vivo en una catarata, una nube, en un viento impredecible, lleno de horas irregulares, personas fracturadas a escalas múltiples, según la deformación genética que la haya azotado...
La magnitud que antes poseía se ha precarizado, pero infinitamente he ganado un doloroso paisaje social
que me permite llorar con mi hermano tan roto como yo...
que a veces de repente se marchitaban, llenándome de incertidumbres y sin lumbre. Buscaba un lenguaje puramente claro,casi instrumental, como si se pudiera decir el mundo en el que cada uno vive.
Hoy vivo en una catarata, una nube, en un viento impredecible, lleno de horas irregulares, personas fracturadas a escalas múltiples, según la deformación genética que la haya azotado...
La magnitud que antes poseía se ha precarizado, pero infinitamente he ganado un doloroso paisaje social
que me permite llorar con mi hermano tan roto como yo...
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domingo, 11 de agosto de 2013
Fragmentos
Un niño pobre retando con el pulgar levantado y muy cerca de su cabeza, al caballo de un carro-cartonero, el matungo aguantaba de pie el sermón dominical con las orejas gachas,
otro niñito enfermo cantaba, mientras le cuidaba la puerta del baño a su mamá,: "soretín, tin,tin /yo te espero/
cuándo vas a salir/yo me quiero ir ",
y cuando atravesaba la puerta de radio terapia con el brazo en alto y la mano en puño y su cabeza desnuda
proclamaba a los vientos de todas las mareas: ¡me voy de acá!, cada uno de los que todavía aguardábamos musitábamos:¡maestro, te seguimos!,
otras tardes confluían ríos de amor y gloria con quienes se despedían, para nunca más volver, eso solo Dios, amor de mi gloria, lo sabría,
una medianoche de un jueves de agosto, al terminar la quimio llega una enfermera de la clínica y me sorprende con un: me va a disculpar, Gladys, pero tiene que aceptar esta bufanda que teje mi mamá.
Así volví a casa como el trigo molido vulnerado agotado trillado con una cálida bufanda con hermosas flores rojas que olían a campanas...
otro niñito enfermo cantaba, mientras le cuidaba la puerta del baño a su mamá,: "soretín, tin,tin /yo te espero/
cuándo vas a salir/yo me quiero ir ",
y cuando atravesaba la puerta de radio terapia con el brazo en alto y la mano en puño y su cabeza desnuda
proclamaba a los vientos de todas las mareas: ¡me voy de acá!, cada uno de los que todavía aguardábamos musitábamos:¡maestro, te seguimos!,
otras tardes confluían ríos de amor y gloria con quienes se despedían, para nunca más volver, eso solo Dios, amor de mi gloria, lo sabría,
una medianoche de un jueves de agosto, al terminar la quimio llega una enfermera de la clínica y me sorprende con un: me va a disculpar, Gladys, pero tiene que aceptar esta bufanda que teje mi mamá.
Así volví a casa como el trigo molido vulnerado agotado trillado con una cálida bufanda con hermosas flores rojas que olían a campanas...
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Ahora que no estoy en la escuela
"Agua que corriendo vas
Por el camino florido
Dáme razón de mi ser
Mirá que se me ha perdido."
Copla aracuyana
Quería ser una directora... lo fui, no sé si al modo en que la escuela lo necesitaba, pero siempre desde el entramado social de las diferencias y del que no puede avanzar en José C. Paz y con el dolor cotidiano de escuchar como respuesta de mis chicos: fui al centro, a San Miguel, a mirar celulares. Y mi consabida diatriba de que San Miguel no era el centro de ningún lugar, que ellos le asignaban esa categoría porque cruzaban una avenida, un límite geográfico en definitiva; pero también sabiendo que acá estaban las luces multicolores, las mariposas de papel, ese ensordecedor ruido a fiesta, fiesta, ¡ay, qué linda que está la fiesta, mamá! Entonces haciendo mías las palabras de Drexler, me decía, las fronteras se mueven como banderas, y con ellas las personas y la mirada. Y continuaba en la resistencia, rechinando suavemente los dientes, porque el mundo tampoco lo tiene en cuenta... poco le importa.
Y también por esta cuestión de las utopías que le dicen, que se corren dos pasos adelante cuando avanzás o creés que avanzás dos pasos... y esta búsqueda constante de comprender lo hecho para validar lo dicho y salir del acá siempre lo hicimos así, por esta comodidad que a veces nos gana , la del pensamiento lineal, digo.Cuestiones que resuenan ahora en mi memoria, ahora que no estoy en la escuela.
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domingo, 4 de agosto de 2013
Quería ser una directora
Quería ser una directora a la manera de una ciudadana,
presente en la historia de José C. Paz, comprometida en la formación de la
identidad de nuestros alumnos y colegas. Hacedora, junto con comunidad, de la
construcción de un mundo cultural donde no importara ni el barro o el polvo
cotidiano, sino que pudiéramos salir del libreto pedagógico produciendo una
lente nueva para mirar mejor las relaciones sociales, la cultura del adentro y
la cultura del afuera, para así estar a la altura de las esperanzas de las
familias que mandaban sus hijos a nuestra escuela para pudieran insertarse e
incorporarse en el entramado cultural al que pertenecíamos así lo planificáramos
a través de nuestros proyectos de vida, ya que habíamos pretendido una educación
democrática donde cada uno había sido formado para gobernar y ser gobernado,
para mandar y para obedecer. En definitiva, para ser actores y no simples huéspedes.
Y en esta tarea de aprender a leer el contexto escolar aparecía
una sensación de vulnerabilidad, esa que producen las situaciones inapresables
por el saber pedagógico, los chicos detonando sin razones aparentes, soportando
situaciones de violencia, empujados a los bordes, carne de las adicciones. Toda
esta intemperie enfrentada a la exigencia académica, a la disciplina necesaria
para poder aprender, al seguimiento personal. Se hacía urgente la necesidad de
operar un quiebre, un nuevo suelo institucional. Inventar una práctica no
legible para la gramática institucional que la propia escuela antes había
producido con éxito. Habían cambiado las coordenadas históricas y sociales.
Aparece así el proyecto de Tutoría. Tuvo la potencia política
de una práctica: reconoció la fuerza productora del valor social, experimentó
una variación en los modos de estar en la institución. Se desarrollaron nuevas
capacidades de relacionar y conectar a los alumnos con sus pares y docentes. Se
lograron efectos subjetivos que desencadenó un verdadero movimiento de
pensamiento.
La subjetividad docente estaba más cerca del cartógrafo que
la de un funcionario del estado. Su trabajo era cómo expresar las intensidades
que encontraba en ese nicho escolar y estar más atento a la construcción de
terrenos existenciales que atado a un programa curricular prescriptivo.
Fue un modo de sostener la precariedad de padres, maestros y
chicos, no solo por la escasez de recursos materiales, no solo económico por el
desempleo de los padres o hermanos, sino porque se percibía la fragilidad de la
viada, en los cuerpos, las relaciones y en los afectos. La precariedad
acentuaba esta sensación de miedo, de amenaza, de intemperie, donde ningún
lugar es tu casa.
El primer tutor hacía sociología despojado, sin referencias
previas de autoridad, para atrapar la singularidad de lo que vivía con cada
curso, con cada persona de la escuela. Sensible al ambiente que encontraba, era
su único criterio de partida. Era el profesor “copado” según sus alumnos.
Su compañera de equipo, luchadora contra todas las
desigualdades y capaz de “hacer” equipo, sabía captar la vulnerabilidad de cada
chico, empatizaba. Y esa fragilidad
conectada con la propia la hacía más fuerte.
El último en integrarse, un docente a pura necesidad del
otro, trabajado en una escuela nocturna del bajo Flores, con distintos formatos
de recursos y lenguajes, se integró a esta constelación como si hubiera
pertenecido desde siempre.
El objetivo de trabajo fue el despliegue de la vida en sus
afectos, cuidados y relaciones. El núcleo problemático de esta práctica fue la
tarea de cuidar, no como un tutelaje que somete a los “asistidos”, sino desde
el “cuidarnos”, formando una red desde el lenguaje de la reciprocidad y no del “cuidarnos
de”. Intentábamos practicar un ensayo de ecología social, en esa caja negra que
es cada salón encerrando la vida precaria de nuestros chicos. Se conformaba así
una plataforma de resistencia y reproducción. Los cartógrafos diseñaban otro
mapa en donde transcurría la diversidad y complejidad del comportamiento cotidiano
del Instituto Giovanni Páscoli de José C. Paz. Este futuro posible se veía
amenazado: los tutores podían convertirse en un pequeño grupo; podían ser
absorbidos por la línea de gestión de los profesores reductores e inflexibles
atados a un programa, a una planificación que repetían año a año, al sistema;
la política económica institucional podía hacer abortar el proyecto por falta
de recursos económicos; el agotamiento de su creatividad incansable para
trabajar el quiebre podía desanimarlos; el horizonte achicado por la acentuación
de las tramas de desigualdades y por el contexto social erosionado y permeado
por la cultura de los bordes podía hacerlos sentir impotentes; y no lograr una
articulación con los directivos, una palabra que generara una respuesta, un diálogo
que sea puro dinamismo, podía provocar una falta de apoyo institucional
necesario para el sostenimiento pedagógico del proyecto…
Pero mientras tanto, la escuela amplió sus contornos de
actuación, potenció nuestros territorios existenciales y extendió nuestros márgenes.
La educación no ofrece garantías previas, pero se transforma en la única
oportunidad para tener cabida en una vida más digna y más humana.
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