Este sueño camino de los calchaquíes, línea de piedra desesperada que recorre las montañas andinas, está al principio de todos mis sueños, de todas mis escuelas detenidas entre la noche y el amanecer, de todos los seres amados y por extrañar del olvido de tantos umbrales remotos, de tantos soles a medio dormir o despiertos a medias, de tantos paisajes de luz o en sombras, lugares recurrentes sin estaciones. Cada paraje, toldos multicolores con pañuelitos blancos grabados con el IGP en verde, rojo y amarillo. En cada lugar de roca grisácea devenían alumnos, alumnitos y su respectivo género femenino contando con su abundancia prolífica por estos lares, así luminarias destellantes, padres presentes, amigos ausentes, compañeros queridos o padecidos. Era algo así como la escuela cósmica...
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