sábado, 19 de enero de 2013

Otro carnaval

Allá por mis dieciseis años durante febrero, en Resistencia, mi gloriosa amiga, mis tías solteras y a veces mi abuela íbamos a los corsos. Allí contemplábamos azoradas pasar las comparsas brasileñas, fulgurantes y crujientes; las correntinas, de mujeres hechas de sol y hambruna y desnudas llenas de una luz propia que nos enceguecían. La música nos alcanzaba y nos hacía girar al ritmo de una lluvia sin vueltas y nos depositaba en una casa sin huéspedes. La fiesta no se acababa y era de todos.
- ¿No te parece que esta es la vida? -me musitaba alejándome de las tías.Yo tímidamente le contestaba que tenía más preguntas que respuestas y que no sabía. Ella no callaba, insistía, hoy, no mañana, decíme. Entonces me liberaba el pomo de agua perfumada, la serpentina envolvente y la ensordecedora matraca demasiado confianzuda de algunos que nos ponían en retirada. Esas noches soñaba con tobillos, pantorrillas y muslos de mujeres hermosas más allá de toda hermosura y sin ninguna tristeza, gritando que había un futuro. Con misericordia y sin odio.

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