viernes, 15 de febrero de 2013

El otro lugar

Mi hermano era el otro espacio. Cuando tenía cinco años surcaba el aire con su bicicleta pequeña y su tapadito azul en los días de frío, desde temprano ganaba las veredas del barrio. Entre mujeres, la casa le quedaba chica, casi asfixiante, buscaba así el otro espacio, el de la calle, perfecto, ajeno a sus hermanas. Era un extraño para el trajín doméstico, la pelota de fútbol, su grupo de amigos, las correrías interminables; sin temor se iba lejos, casi al fondo del vecindario persiguiendo no sé qué paisajes de libertad que en nosotras no encontraba.
Peleador y altanero, defendía a morir la fidelidad de sus compañeros de aventuras, y oscilaba entre el enfrentamiento y la obediencia a mi papá. Siempre tenía para mí que quería huir de la  casa y de sus obligaciones. No se cansaba nunca, solo hallaba paz en los brazos de mamá. Transformaba su herida en un lugar de encuentro con sus camaradas de la escuela o con la gente del otro espacio.

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