domingo, 10 de febrero de 2013

Preguntále a tu hermana

-Preguntále a tu hermana -se transformó en la respuesta esperada que mi mamá le daba a mi hermana, desde los deberes hasta toda otra cuestión que la inquietara. Así como un malón se venía encima  este diálogo que hasta hoy nos cobija. Con mi mamá mi  relación crecíó con los días y la gente bien, al principio me enojaba de ella su docilidad, esa resignación ancestral ante la autoridad del hombre (con dolor después comprendí que es también una elección ponerse en el papel de ser estafados antes que robarle en el peso al vecino) Ella instauraba el reino del sol antes que el de la noche negra. Con el corazón desgarrado, con su imposibilidad de estar sola, a solas, apartada de los demás nos imprimió este destino de estar con el otro, de no renunciar a sus ojos, de mirar sin amontonar prejuicio, de ayudar con la escoba... de vivir según el tango Mi noche, tu  noche, mi llanto, tu llanto, mi infierno, tu infierno. De esta manera el sol siempre mató mi noche. Nos moldeó su risa, nos dio una llave de oro, con la que abrimos el espacio de celebrar la fiesta de nuestras voces vivas.
-Me quitó mi muñeca de trapo, después me tiró con el balde lleno de agua -por el puro placer de hacerla enojar con la cueldad de los niños fuertes, mi hermano hacía de las suyas...sumiéndola en un llanto de patito mojado, El consuelo llegaba pronto y el dolor desaparecía y uno casi como Dios se sentía.

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