miércoles, 12 de marzo de 2014

La inclemencia empuja

En paz estaba en la penumbra del gimnasio oceánico acostada en el suelo sobre una lona roja, junto a un niñito menudo y de ojos abiertos envuelto en varias colchitas ya medio húmedas. Adelante y atrás nuestro había largas filas con innumerables colchones, bolsas de dormir, esterillas con alumnos y alumnas que por fin se habían dormido.Cerca, a unos metros tendidos, escuchaba las voces queridas de Marcos y Pedro, los preceptores, que vigilantes y atentos comentaban sobre las paritarias docentes y con aires de adhesión al paro. Afuera solo escombros y polvo. La escuela en pie de corazón que no cesa de sangrar. Penetraban algunos destellos de los incendios callejeros.


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