martes, 4 de marzo de 2014

Un primer día de clases de cien años


En el patio descubierto formábamos, de a dos baldosas, casi en penumbras, entre compañeras, todas casi niñas estrenábamos nuestro primer día de colegio, con mis tripitas acalambradas, de tanto tragar saliva, con el viaje en un colectivo fantasmagórico y lleno de polvo y el beso de mamá que me había acompañado a cruzar la ruta 8.
Sin cansancio, dispuesta a conquistar otra ciudad. Así esta escuela da a otra escuela. Nada terminó, solo fluyó hasta hoy, el siglo no desemboca en parte alguna. De los laberintos se sale por arriba, me digo con Marechal, perdida me hallo en estos caminos embrollados. Quizás necesite un mirador luminoso para moler esta piedra y así disolver estas ruinas .Necesito un mar de infinitos confines.
El pecho transido en cada abrazo buscado, sin tiempo ni final...con la pollera gris de sarga tableada, 15 cm. debajo de la rodilla medida con regla, blazer al tono igual que la boina que vivía doblada en el bolsillo, medias de muselina (recién descubiertas por mí), zapatos negros acordonados, camisa blanca, con moñito sin penas azul. Todo comprado en Gatichaves, menos los zapatos y las medias.
Un 28 de febrero de 2014, el día se inundó con el recuerdo transparente de las Hermanas de la Compasión de María de San Miguel. En su colegio mi hermana y yo hicimos, parte de la primaria y secundaria, ella, secundaria, yo. Fuimos segunda promoción de Maestras Normales Nacionales.

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